jueves, 22 de septiembre de 2016

La verdad acerca de los genes de la obesidad


Por mucho tiempo estuvo vigente la teoría del gen ahorrador, una hipótesis que aseguraba que los genes eran capaces de promover la acumulación de grasas en el organismo, para que de este modo nuestros ancestros fuesen capaces de superar los numerosos momentos de hambruna o penuria alimentaria a los que los sometió la historia.

Esta teoría explicaba de cierto modo el por qué somos portadores de genes que en la actualidad, y en lo que al mundo occidental respecta, nos empujaban hacia la obesidad, y a desarrollar enfermedades crónicas que giran en torno a este estado, como la diabetes, el cáncer y las cardiovasculares.

Iván Ernesto Moreno Plaza

Hoy en día, para muchos científicos esta teoría no solo es contradictoria, sino también absurda, y un estudio reciente desarrollado por investigadores de la Universidad de Aberdeen en el Reino Unido, demuestra que los genes asociados a la obesidad, no representan ninguna supuesta ventaja adaptativa, ni ahora, ni en el pasado.

Iván Ernesto Moreno Plaza

La investigación de la universidad británica, que estuvo a cargo de John Speakman y fue publicada en Cell Metabolism, es probablemente uno de los estudios hasta el momento que presenta la mejor evidencia en contra del supuesto gen ahorrador.

James Van Gundia Neel fue el genetista estadounidense que planteó en el año 1962 la teoría del gen ahorrador. En aquel momento, el científico estaba tras la pista del por qué algunas personas son más propensas a sufrir las consecuencias de la diabetes tipo 2, a diferencia de otras.

Iván Ernesto Moreno Plaza

Para la ciencia moderna, la propuesta de Gundia Neel tiene demasiadas lagunas, una de ellas es que miles de personas en el mundo no heredaron esos supuestos genes que se desarrollaron para proteger a nuestros ancestros de las vicisitudes del hambre y la falta de una alimentación balanceada; y el otro se refiere a las hambrunas, como un fenómeno relativamente reciente.

Con este panorama, algunos científicos se inclinan por pensar que en efecto la obesidad es un carácter secundario que apareció como consecuencia de otro que realmente era vital para la supervivencia: la capacidad de conservar el calor en nuestro cuerpo.

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